19 diciembre, 2011

Días Otoñales, Corazón Roto



Aria se encontraba de nuevo tumbada bajo aquél viejo árbol. Con la mirada perdida, observaba el cielo, y junto a él, las hojas marrones que caían suavemente.

¡Cómo deseaba estar allí toda la eternidad!
Aquel solitario día, aprovechó para ir a su rinconcito mágico.
Con el ruido de los pajaritos acechando sus orejitas, leía una y otra vez las cartas de Álex, mientras jugueteaba con una ojita entre sus manos congeladas.
Las guardaba en una cajita, junto a las otras suyas que le llegaban cada semana.
Un leve suspiro con alguna que otra lágrima entristecieron el ambiente.
Aria amaba el otoño, incluso más que el invierno, pero los días que pasó con él no se podrían cambiar por nada del mundo.
Álex, en sus cartas explicaba que la echaba de menos, y eso hacía que ella le quisiese incluso más.
Otra lágrima, y otra... y otra más. En unos segundos estaba llorando como si de una niña pequeña se tratase.
Siempre lo mismo.
Rápidamente, se secó las mejillas con la manga del jersey turquesa. Las tenía sonrosadas por el frío, y resaltaban su tez blanquita.
Ella sólo quería estar sola, y cogiendo varios atajos, llegó pronto a casa.
Ni rastro de nadie. Subió las escaleras y de un salto se echó en la cama.
Agarrada a su ovejita de peluche, soltaba pequeños sollozos de vez en cuando.
Como si de una bolita de algodón se tratase, acurrucada bajo la manta estaba ella, sin ni siquiera dejar que sobresaliese la cabeza.
Así acabó durmiéndose ese día, con el corazón más roto de lo que ya lo tenía.

1 comentario:

  1. Que preciosidad:) Sigue así, este es de los mejores que has escrito! La descripción, como se siente la chica... genial.

    Por cierto, me gusta el nuevo estilo del blog:)

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Nubes~